Les he contado alguna vez que tengo debilidad por conocer acerca de lo que pensaban, y piensan, las grandes mentes de la literatura acerca del arte de escribir, porque así es como lo veo, un arte que tiene mucho de mística y algo más de practicidad. Busco libros, viejos ensayos, conferencias, etcétera, por el gran placer de perderme entre las palabras y descubrir aquellos puntos que pueda tener en común con sus opiniones, así como meditar acerca de aquellos en los que diferimos.
Hace poco encontré un texto relativamente corto de Ana María Matute, una escritora con la que apenas empiezo a encontrarme, y que me ha enamorado pronto. En los párrafos que quiero compartir, ella habla acerca del cuento, ese género tan complejo e intenso, y lo hace de forma fantástica, con ese estilo suyo tan... mágico, y es que no se me ocurre otra forma de describirlo, porque así lo siento.
Cuando leo un texto como este, siento como si me envolviera una manta cálida en tanto un narrador me susurra con palabras dulces una historia hermosa y familiar, y es curioso, porque al fin y al cabo, creo que esa es la mejor forma de describir un cuento. Aquí Ana María Matute lo hace valiéndose de su talento y recuerdos, y creo que pueden disfrutarlo tanto como yo, de modo que lo comparto.
LOS CUENTOS VAGABUNDOS
Pocas cosas existen tan cargadas de magia como las palabras
de un cuento. Ese cuento breve, lleno de sugerencias, dueño de un extraño poder
que arrebata y pone alas hacia mundos donde no existen ni el suelo ni el cielo.
Los cuentos representan uno de los aspectos más inolvidables e intensos de la
primera infancia. Todos los niños del mundo han escuchado cuentos. Ese cuento
que no debe escribirse y lleva de voz en voz paisajes y figuras, movidos más
por la imaginación del oyente que por la palabra del narrador.
He llegado a creer que solamente existen media docena de
cuentos. Pero los cuentos son viajeros impenitentes. Las alas de los cuentos
van más allá y más rápido de lo que lógicamente pueda creerse. Son los pueblos,
las aldeas, los que reciben a los cuentos. Por la noche, suavemente, y en
invierno. Son como el viento que se filtra, gimiendo, por las rendijas de las
puertas. Que se cuela, hasta los huesos, con un estremecimiento sutil y hondo.
Hay, incluso, ciertos cuentos que casi obligan a abrigarse más, a arrebujarse
junto al fuego, con las manos escondidas y los ojos cerrados.
Los pueblos, digo, los reciben de noche. Desde hace miles de
años que llegan a través de las montañas, y duermen en las casas, en los
rincones del granero, en el fuego. De paso, como peregrinos. Por eso son los
viejos, desvelados y nostálgicos, quienes los cuentan.
Los cuentos son renegados, vagabundos, con algo de la
inconsciencia y crueldad infantil, con algo de su misterio. Hacen llorar o
reír, se olvidan de donde nacieron, se adaptan a los trajes y a las costumbres
de allí donde los reciben. Sí, realmente, no hay más de media docena de
cuentos. Pero ¡cuántos hijos van dejándose por el camino!
Mi abuela me contaba, cuando yo era pequeña, la historia de
la Niña de Nieve. Esta niña de nieve, en sus labios, quedaba irremisiblemente
emplazada en aquel paisaje de nuestras montañas, en una alta sierra de la vieja
Castilla. Los campesinos del cuento eran para mí una pareja de labradores de
tez oscura y áspera, de lacónicas palabras y mirada perdida, como yo los había
visto en nuestra tierra. Un día el campesino de este cuento vio nevar. Yo veía
entonces, con sus ojos, un invierno serrano, con esqueletos negros de árboles
cubiertos de humedad, con centelleo de estrellas. Veía largos caminos, montañas
arriba, y aquel cielo gris, con sus largas nubes, que tenían un relieve de
piedras. El hombre del cuento, que vio nevar, estaba muy triste porque no tenía
hijos. Salió a la nieve, y, con ella, hizo una niña. Su mujer le miraba desde
la ventana. Mi abuela explicaba: «No le salieron muy bien los pies. Entró en la
casa y su mujer le trajo una sartén. Así, los moldearon lo mejor que pudieron.»
La imagen no puede ser más confusa. Sin embargo, para mí, en aquel tiempo, nada
había más natural. Yo veía perfectamente a la mujer, que traía una sartén negra
como el hollín. Sobre ella la nieve de la niña resaltaba blanca, viva. Y yo
seguía viendo, claramente, cómo el viejo campesino moldeaba los pequeños pies.
«La niña empezó entonces a hablar», continuaba mi abuela. Aquí se obraba el
milagro del cuento. Su magia inundaba el corazón con una lluvia dulce,
punzante. Y empezaba a temblar un mundo nuevo e inquieto. Era también tan
natural que la niña de nieve empezase a hablar... En labios de mi abuela,
dentro del cuento y del paisaje, no podía ser de otro modo. Mi abuela decía,
luego, que la niña de nieve creció hasta los siete años. Pero llegó la noche de
San Juan. En el cuento, la noche de San Juan tiene un olor, una temperatura y
una luz que no existen en la realidad. La noche de San Juan es una noche
exclusivamente para los cuentos. En el que ahora me ocupa también hubo
hogueras, como es de rigor. Y mi abuela me decía: «Todos los niños saltaban por
encima del fuego, pero la niña de nieve tenía miedo. Al fin, tanto se burlaron
de ella, que se decidió. Y entonces, ¿sabes qué es lo que le pasó a la niña de
nieve?» Sí, yo lo imaginaba bien. La veía volverse blanda, hasta derretirse.
Desaparecería para siempre. «¿Y no apagaba el fuego?», preguntaba yo, con un
vago deseo. ¡Ah!, pero eso mi abuela no lo sabía. Sólo sabía que los ancianos
campesinos lloraron mucho la pérdida de su pequeña niña.
No hace mucho tiempo me enteré de que el cuento de la Niña
de Nieve, que mi abuela recogiera de labios de la suya, era en realidad una
antigua leyenda ucraniana. Pero ¡qué diferente, en labios de mi abuela, a como
la leí! La niña de nieve atravesó montañas y ríos, calzó altas botas de fieltro,
zuecos, fue descalza o con abarcas, vistió falda roja o blanca, fue rubia o de
cabello negro, se adornó con monedas de oro o botones de cobre, y llegó a mí,
siendo niña, con justillo negro y rodetes de trenza arrollados a los lados de
la cabeza. La niña de nieve se iría luego, digo yo, como esos pájaros que
buscan eternamente, en los cuentos, los fabulosos países donde brilla siempre
el sol. Y allí, en vez de fundirse y desaparecer, seguirá viva y helada, con
otro vestido, otra lengua, convirtiéndose en agua todos los días sobre ese
fuego que, bien sea en un bosque, bien en un hogar cualquiera, está
encendiéndose todos los días para ella. El cuento de la niña de nieve, como el
cuento del hermano bueno y el hermano malo, como el del avaro y el del tercer
hijo tonto, como el de la madrastra y el hada buena, viajará todos los días y a
través de todas las tierras. Allí a la aldea donde no se conocía el tren, el
cuento caminando.
El cuento es astuto. Se filtra en el vino, en las lenguas de
las viejas, en las historias de los santos. Se vuelve melodía torpe en la
garganta de un caminante que bebe en la taberna y toca la bandurria. Se esconde
en los cruces de los caminos, en los cementerios, en la oscuridad de los
pajares. El cuento se va, pero deja sus huellas. Y aun las arrastra por el
camino, como van ladrando los perros tras los carros, carretera adelante.
El cuento llega y se marcha por la noche, llevándose debajo
de las alas la rara zozobra de los niños. A escondidas, pegándose al frío y a
las cunetas, va huyendo. A veces pícaro, o inocente, o cruel. O alegre, o
triste. Siempre, robando una nostalgia, con su viejo corazón de vagabundo.
22 comentarios:
Uhmm, nunca leí nada de Ana María Matute.
Si es que lo mío es los hachazos y gritos de orcos en multitudes inconmensurables, jo.
Bestia soy.
Saludos Claudia
De ella leí, hace mucho, "Algunos muchachos".
Me ha encantado este relato, muchísimo, tanto en forma como en contenido; no lo conocía, así que gracias por traerlo y permitir que lo disfrutemos.
Un beso Claudia
Yo tengo un libro suyo que recopila sus cuentos y me encantó :)
Besos de colores, hadita linda!!!
Una de mis autoras favoritas. Su arte para contar es impresionante. Da igual lo que cuente, que siempre consigue atraparme. Una prosa exquisita, maravillosa.
Besotes!!!
Simplemente genial, yo no conocía ala autora muchas gracias Claudia por darme a conocer. Adore su magia para hablar y la pasión con la que narra que habla sobre los cuentos. Te mando un beso y buen fin de semana
Ana María Matute es una de mis debilidades... Gracias por compartir el texto, que no conocia, me lo apunto para volver a leerlo con calma, que es de esos textos que saboreas despacito ;)
Besos
Gracias por compartirlos.
Un beso.
A mi me encanta esta mujer, en el cole hemos trabajado muchos sus escritos, sus cuentos, sus poemas. Un besazo.
No se si has visto que te dejé un regalito en mi blog, espero que te guste.
http://tamaravillanueva.blogspot.com.es/2014/01/premio-fantastic-blog-de-karla.html
Ana María Matute siempre ha sido una de mis escritoras preferidas. Empece a leer textos suyos en clase y me enamore de su forma de escribir,es simplemente maravillosa.
Un beso
Estoy por estrenarme con esta autora y me has ayudado mucho para dar el paso y solucionar mi ceguera.
Un beso.
Los cuentos son viajeros impenitentes... supongo que las historias son así, se mueven por la mente de las personas y ellas los vuelven a mover al contarlas de nuevo. Es un precioso viaje interior y exterior ;o)
Besotes en tránsito.
Nunca había escuchado sobre Ana María Matute. Supongo que no es muy conocida pero por lo que dices es una autora muy buena. Nos leemos, besotes :)
Gracias por compartir el relato, me ha gustado =)
Besooooos ^^
¡Hola Claudia! Que bello lo que has subido para compartir. Muchas sensaciones placenteras que inundan el alma. Es un gusto leer este tipo de narraciones. Aprovecho a felicitarte por tus obras en Amazon. Son maravillosas. Espero animarme hacer una reseña aunque no creo que llegue a la altura de poder expresar tu talento. Felicitaciones. Un beso enorme.
Gracias por compartirlo, no había leído nada de la autora y me ha gustado, gracias.
Un beso!
Es una escritora maravillosa, aquí es muy conocida, besos ,ana.
Hola Claudia, me ha encantado la entrada. De esta autora me leí hace muchos años "Olvidado rey Gudú" y me encantó!!
Besos!!!
Nunca leí nada de Ana María Matute...
Pienso remendar este error después de leer tu Post.
Abrazos y Besines Mil.
Creo que ya te lo eh comentado. Matute es entrañable, de mis fijas en los estantes.
Me encanta
Besos
¡Gracias por compartirlo, linda!
¡Besos!
Lectura obligada en el bachillerato para mí, pero esto solo hizo que la disfrutara más. Su última novela "Paraíso inhabitado" es una maravilla. Si no la conoces, te la recomiendo. Abrazos.
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