El clásico norteamericano sobre la infancia y juventud de
una hija de inmigrantes en el Brooklyn de la década de 1920. Francie Nolan
adora leer, y lo hace sentada en las escaleras de emergencia de su casa, a la
sombra de un árbol. Esta es la entrañable historia de su vida y la de los Nolan
en general, una familia pobre, de raíces irlandesas y austriacas, que llegó a
América buscando prosperidad. Francie crece con un padre dulce pero débil y
demasiado pegado a la botella, de manera que el verdadero soporte de la familia
es su madre, que trabaja limpiando las escaleras de la vecindad. Un coro de
familiares y amigos rodea a la familia, pero queda claro desde el principio que
son las mujeres Nolan las que de verdad pisan fuerte en la vida. Como aquel
árbol que le da sombra mientras lee, y que crece en el cemento, la ingeniosa
Francie lucha contra toda clase de obstáculos para sobrevivir y salir adelante.
Una novela repleta de personajes vivos, que recrea la década de 1920 en
Brooklyn y el sueño americano de miles de inmigrantes.
Un árbol crece en Brooklyn ha resultado una lectura compleja
y al mismo tiempo más simple de lo que esperaba, aunque parezca un poco
contradictorio. Menciono lo de compleja porque pensé, luego de recibir muchas
recomendaciones acerca de ella, que me engancharía de inmediato, pero no fue
así; si bien disfruté mucho de la lectura desde un inicio, reconozco que no fue
sino hasta la mitad del libro, aproximadamente, que me vi por completo envuelta
en la trama, lo que, a la luz de todos los acontecimientos que se suceden a
esas alturas del libro, me ha llevado a preguntarme si quizá esa no fue la
intención de Betty Smith desde un principio. Me refiero a que durante las
primeras páginas del libro se nos presenta la vida de esta familia, los Nolan, desde
los ojos de la pequeña Francie, por medio de una serie de anécdotas que nos permiten conocer su relación entre ellos,
con el mundo, y consigo mismos. Sabemos acerca de cómo esta familia de raíces
irlandesas y austriacas llegaron a Nueva York, como muchos otros inmigrantes en
aquella época, en busca de una vida mejor y ese "sueño americano" del
que se hablaba tanto. Gracias a la narración sencilla y amena de la autora, que
da voz a Francie, conocemos sus carencias, las dificultades por las que deben pasar,
ese vivir un día sí y otro también sin estar seguros de lo que depara el
mañana, pero con el mejor de los ánimos la mayoría de las veces para esperar lo
mejor.
Francie es un personaje encantador, y la seguimos desde que
es una niña hasta que crece bordeando la adolescencia, siempre con una serie de
anécdotas interesantes y que grafican mucho el entorno en que vive. A Francie
le encanta leer, al grado que va a la biblioteca como quien se acerca a una
iglesia (muy identificada con ella en este punto), y está decidida a leer un
libro de los que allí encuentra cada día, en orden alfabético (temo que no me
veo tan reflejada aquí, jamás podría ser tan disciplinada con mis lecturas). Y
a Francie no solo le gusta leer, sino que, según crece, descubre una gran pasión
por la escritura (definitivamente esta niña es de las mías). Pero no todo son
libros y los sueños de una niña pequeña, no, en absoluto. Vemos también la
relación de Francie con su hermano Neeley, que me ha parecido entrañable, y en
particular conoceremos también a los adultos que la rodean. Debo señalar aquí a
los padres de los niños, porque ambos me han parecido muy interesantes y ricos.
Kathie, la madre, es una de aquellas damas dispuestas a hacer todo lo que está
en su mano por sacar adelante a su familia, trabajar hasta el desmayo y
procurar una vida mejor para sus hijos, por difícil que resulte y por poca
ayuda que reciba. El padre, Jhonny, en cambio... no sé, tengo sentimientos
encontrados con él porque es un hombre que me inspira tanta lástima como
indignación; trabaja eventualmente de camarero, pero tiene un serio problema
con la bebida, y me rompe el corazón ver cuánto ama a su familia y cómo Francie
lo idolatra, pero él se ve arrastrado por ese vicio.
Luego, en la segunda parte de la novela, como les comentaba,
ciertos acontecimientos obligan a Francie a dejar parte de esa inocencia que
conservaba y a enfrentarse a los horrores que la vida nos tiene deparados; pero
no quiero entrar mucho en detalles para que así se animen a descubrirlos por
ustedes mismos.
Algo más a resaltar de este libro es el maravilloso retrato
que hace del Brooklyn de la época, cuando apenas empezaba a formarse gracias en
gran medida a todos esos inmigrantes que literalmente sudaron y sangraron sobre
sus calles para convertirlo en el lugar que nos es tan conocido, al menos
gracias a la literatura. Sin duda, Un árbol crece en Brooklyn es un libro muy
recomendable para cualquier lector; nos presenta personajes entrañables, una
trama que te va envolviendo con suavidad hasta que necesitas saber qué depara
el futuro a estas personas, y en particular a la pequeña Francie, que a mí, al
menos, me ha robado el corazón.
"Son mágicos los instantes en que un niño se entera de que puede leer las palabras impresas. Durante un tiempo, Francie sólo sabía pronunciar las letras una a una, para luego juntar los sonidos y formar una palabra. Pero un día, mientras hojeaba un libro, la palabra "ratón" le apareció entera y de inmediato adquirió sentido. Miró la palabra y la imagen de un ratón gris se estampó en su cabeza. Siguió leyendo y cuando entrevió la palabra "caballo", oyó los golpes de sus cascos en el suelo y vio el sol resplandecer en sus crines. La palabra "corriendo" la golpeó de repente, y ella empezó a jadear, como si de verdad hubiese estado corriendo. La barrera entre el sonido de cada letra y el sentido de una palabra entera se había caído. Ahora, con un simple vistazo, la palabra impresa le revelaba su sentido. Leyó rápidamente unas páginas y estuvo a punto de desmayarse por la emoción. Quería gritarlo al mundo entero: ¡sabía leer! ¡Sabía leer!"