lunes, 23 de noviembre de 2015

SECRETOS EN LA NOCHE: ROWYN OLIVER



Elisabeth Holmes parece una simple debutante, pero lo que nadie sabe es que tras su delicada apariencia se esconde un detective privado que trabaja para las damas de la alta sociedad londinense. Su último encargo es Edward Sinclair, conde de Carlyle, un hombre frío y distante que, como ella, esconde sus secretos en las sombras de la noche. Ambos descubrirán que ninguno es lo que realmente aparenta, aunque ya será tarde para esconder el deseo que despiertan el uno en el otro.



Hace unas semanas me hice con este libro, al que le tenía muchas ganas, por cierto, y lo he pasado genial con él. Quien me conozca sabe que mis géneros favoritos son el histórico y el romance, y si encuentro un libro en que ambos vayan de la mano no puedo estar más contenta. Justo venía de terminar los tres primeros libros de la saga de los Cazadores de sombras, que ya les contaré cómo me fue con ellos y el leer esta novela me vino genial para cambiar de aires lectores, por así decir.

Para empezar, y aquí comentaré algo que por lo general no menciono, pero que en este caso no puedo dejarlo pasar. ¿No es la portada de este libro una preciosidad? Desde que la vi me enamoré de ella y la sinopsis me pareció tan interesante que supe que debía leerla. Además, y ya en plan de gustos personales, el hecho de que la protagonista de la historia tenga aficiones detectivescas y se apellide Holmes fue como un canto de sirena para mí; quien me conozca un poco sabe de mi amor por Sherlock, así que este guiño me hizo mucha ilusión.



Lo que más he disfrutado de la historia, creo, es el hecho de que los protagonistas son dos personajes fuertes, con una personalidad bien trazada y que tienen una vida propia más allá de esa relación amorosa que se va desarrollando según avanza la historia. Ambos saben lo que quieren, lo tienen clarísimo, y actúan en consecuencia, y eso me encanta. Elisabeth es una chica fuera de lo común para la época, por así decir, no solo no le seduce la idea del matrimonio al grado de huir de él tanto como le es posible, sino que tiene un secreto, y es uno grande, en particular para los tiempos que corren; es también una detective con cierto renombre que actúa en las sombras y que se ve un día frente a la obligación de investigar a cierto conde, Edward Sinclair, y digamos que sus descubrimientos se le pueden ir un poco de las manos.

Edward, conde de Carlyle, por otra parte, es también un personaje delicioso con una vida compleja. Es un hombre de su tiempo con las obligaciones y privilegios que su cargo implican, amén de una madre que lo persigue para que se case, lo que no le hace mucha gracia. Pero por otra parte, guarda también algunos secretos, tal y como Elisabeth descubrirá, ya que trabaja para el gobierno como agente secreto, valga la redundancia y desde luego que eso implica también una vida tan peligrosa como interesante.



La relación de los protagonistas es divertida, apasionada, y sobre todo muy sorpresiva porque sus respectivos secretos los ponen en la punta de mira de peligros y unos cuantos malentendidos que le dan mucho juego a la trama y a su historia de amor.

Me ha gustado mucho leer Secretos en la noche, descubrir la historia que se esconde tras la bella portada y conocer al fin la pluma de la autora, que me ha parecido excelente. Muy recomendable para los amantes del género y para quienes quieran disfrutar de una buena historia de amor. 

viernes, 6 de noviembre de 2015

SI TUVIERA UNA HIJA (POEMA DE SARAH KAY)



Me gusta mucho escuchar las charlas TED porque siempre me encuentro con verdaderas joyas de sabiduría, experiencias de vidas de creativos y personas extraordinarias que comparten sus experiencias de vida y cómo fue que lograron destacar en sus respectivos campos. Si hay un común denominador en todos, esa es la pasión y el amor que sienten por aquello a lo que decidieron dedicarse. Sarah Kay es una joven estadounidense que se enamoró de la poesía, de aquella que puede ser usada como una herramienta educativa y de inspiración. Ella es cofundadora del proyecto V.O.I.C.E, que busca hacer llegar este arte a personas de todos los rincones del mundo para que así puedan expresarse de una forma lúdica y muy real. Al escuchar esta charla que Sarah dio hace no mucho tiempo, quedé fascinada con su talento, con las experiencias que comparte, y quiero a mi vez hacérselos llegar a ustedes, por eso les dejo los videos al final de este post, son dos, no suman ni media hora y valen cada segundo. Pero sobre todo me gustaría que conozcan, si no lo han leído o escuchado antes, el precioso poema con el que abre la charla, "Si tuviera una hija"; es sencillamente precioso, muy emotivo y no puedo pensar que haya una persona en el mundo que no se sienta identificada con estas palabras. Lo transcribo para ustedes, y espero lo disfruten tanto como yo y que, si se animan, puedan ver luego la charla completa.



Si tuviera una hija, en vez de mamá le diría que me llamara “Punto B”, porque de esa manera sabría que no importa lo que pase, al menos, siempre podría encontrar su camino hacia mí.  Si tuviera una hija le pintaría los sistemas solares en las palmas de sus manos, para que tenga que aprender primero todo el universo antes que pueda decir, “Oh, conozco eso como la palma de mi mano”.  

Y ella va a aprender que esta vida te golpeará duro en la cara, esperará que te repongas sólo para patearte el estómago después. Pero quedarte sin aire es la única forma de recordarle a tus pulmones lo mucho que les gusta el sabor del aire, y que hay heridas que no pueden curarse con tiritas o poesía.  Entonces cuando ella comprenda que la Mujer Maravilla no vendrá, me aseguraré que sepa que no tiene que llevar la capa ella sola porque no importa cuán ancho extiendas tus dedos, tus manos siempre serán muy pequeñas para abarcar todo el dolor que quieres curar. Créanme, lo he intentado. 

“Y, corazón mío”, voy a decirle, no lleves la nariz tan levantada en el aire. Conozco ese truco; lo hice millones de veces. Sólo estás oliendo el humo para poder seguir el camino de regreso a una casa en llamas, para poder encontrar al chico que perdió todo en el fuego para ver si puedes salvarlo. O bien encontrar al chico que comenzó el incendio, para ver si puedes cambiarlo” Pero sé que ella lo hará de todos modos, por eso siempre tendré cerca una ración extra de chocolate y botas de lluvia, porque no hay angustia que el chocolate no pueda curar. Bueno si, hay algunas angustias que el chocolate no puede curar. Pero para eso están las botas de lluvia. Porque si la dejas, la lluvia se lo lleva todo. 

Quiero que ella mire el mundo a través del fondo de vidrio de un barco, que a través de un microscopio mire las galaxias que existen en ese puntito que es la mente humana porque esa es la forma en que mi mamá me enseñó que habrá días como esté y días como aquel.  Días en que abres tus manos para atrapar y terminas sólo con moretones y ampollas en los dedos;  días en que sales de la cabina telefónica y tratas de volar y las mismas personas que quieres salvar son los que están pisando tu capa;  días en que tus botas se llenarán de agua, y estarás desilusionada hasta las rodillas.  Y serán precisamente esos días en los que tendrás más razones para dar las gracias. Porque no hay nada más hermoso que la forma en que el océano se niega a dejar de besar la costa, no importa cuántas veces se aleja.  

Pondrás tu viento en ganar algo, en perder algo. Pondrás tu estrella en comenzar una y otra vez. Y no importa cuántas minas estallen en un minuto, asegúrate que tu mente aterrice en la belleza de este raro lugar llamado vida.  Y si, si, en una escala de uno a exceso de confianza, soy bastante ingenua. Pero quiero que ella sepa que este mundo está hecho de azúcar. Puede derrumbarse fácilmente, pero no tengas miedo de sacar la lengua y saborearlo. “Cariño”, voy a decirle, “recuerda que tu mamá se preocupa y tu papá es un luchador, y tú eres la niña con manos pequeñas y ojos grandes quien nunca se cansa de pedir más”.  Recuerda que las cosas buenas vienen de a tres, y las cosas malas también. Y siempre discúlpate cuando hayas hecho algo mal. Pero nunca te disculpes por la forma en que tus ojos se niegan dejar de brillar. Tu voz es pequeña, pero nunca dejes de cantar. Y cuando finalmente la tristeza te embargue, cuando el odio y la guerra se deslicen bajo tu puerta y te ofrezcan folletos en las esquinas de cinismo y derrota, les dices, sin dejar de sonreír: “Deberíais conocer a mi Madre.”