lunes, 30 de septiembre de 2013

ORGULLO Y PREJUICIO



Cuando me uní al reto de Carmen para releer Orgullo y prejuicio no lo pensé mucho, fue más bien una reacción mecánica, una excusa perfecta para darle una ojeada más a uno de mis libros favoritos y compartir impresiones con amigos acerca de esta obra.

Pero cuando llegó el momento de hacer una reseña, me vi en un problema; no solo ya he reseñado antes este libro, sino que no podía pensar en qué decir de él que no haya dicho o escrito ya. La sinopsis y el talento de Austen son muy conocidos, eso es seguro:

Satírica, antirromántica, profunda y mordaz a un tiempo, la obra de Jane Austen nace de la observación de la vida doméstica y de un profundo conocimiento de la condición humana. Orgullo y prejuicio ha fascinado a generaciones de lectores por sus inolvidables personajes y su desopilante retrato de una sociedad, la Inglaterra victoriana y rural, tan contradictoria como absurda. Con la llegada del rico y apuesto señor Darcy a su región, las vidas de los Bennet y sus cinco hijas se vuelven del revés. El orgullo y la distancia social, la astucia y la hipocresía, los malentendidos y los juicios apresurados abocan a los personajes al escándalo y al dolor, pero también a la comprensión, el conocimiento y el amor verdadero. 

Entonces caí en la cuenta de que Carmen, seguramente sabedora de esta eventualidad, señaló que podríamos dedicar una entrada a Orgullo y Prejuicio sin que esta fuera por necesidad una reseña. Gracias al cielo, porque estaba muy preocupada, al borde del histerismo, muy al estilo de O&P, claro...



De modo que, ya más tranquila, empecé a pensar... ¿qué puedo decir de este maravilloso clásico de las letras al cumplir ya 200 años? Pues precisamente eso, que ha cumplido ya 200 años y sigue tan vigente como el primer día; aún más, dudo que el libro fuera tan aclamado entonces como lo es en la actualidad y eso es sencillamente maravilloso. Paseando por la red, le di una mirada a mis tableros de Pinterest (un pequeño vicio del que les hablaré en otro momento), y comprobé lo presente que está la historia en nuestros días, cómo existen millones de personas alrededor del mundo que conocen la historia, y la adoran, algo que quizá Jane Austen no previó, pero cuán feliz le haría saberlo.

Estos son algunos objetos curiosos que encontré por allí. Esta taza me parece un encanto, ¿a quién no le gustaría disfrutar de un delicioso té en ella?




¿Un cojín romántico que les acompañe en las tardes frías?



Aquí una novia con mucho estilo y, desde luego, muy fan.



Una digna tetera con una cita del libro grabada en ella.



¿Se imaginan un collar como este? ¡Precioso!



Desde luego, para no andar peleados con las modernidad, justo es tener cubiertas para los teléfonos que conserven el encanto Austenita.



¿Se imaginan ir a la librería con un bolso como este?



Y para los amantes de las letras escritas, hermosos sobres que harán las delicias de sus destinatarios.


Supongo que tengo suerte de que estas cosas no se encuentren por aquí, porque mis bolsillos no lo resistirían, pero creo que más importante que el ataque de consumismo del que podríamos ser presas al verlas, es el que podemos comprobar que la obra de Jane está tan viva como nunca, y eso es algo que sus admiradores debemos apreciar.

Edito esta entrada porque una muy querida y observadora amiga ha tenido la amabilidad de señalar un descuido de mi parte; no he mencionado a la adaptación de Orgullo y prejuicio que se emitió hace muy poco tiempo a modo de Webserie, una con capítulos de apenas cinco minutos que se puede disfrutar en Youtube; la divertida The Lizzie Bennet Diaries. Lo sé, iré al infierno por haberla olvidado, o no bailaré nunca con Mr. Darcy, que es un destino igual de deprimente. ¿Encontraré el perdón si me arrepiento? Lo estoy; muy arrepentida, digo, y aquí dejo el primer capítulo para que le den una mirada, que a lo mejor consigo unas cuantas indulgencias si logro atraer más público para este fantástica versión. Gracias por el aviso, Helena, te debo mi salvación. 




Termino esta entrada agradeciendo a Carmen por idear el reto, y con un pequeño botón más de muestra de la vigencia de esta obra, el trailer de Austenland, la película estrenada este año acerca de una admiradora de la obra de Austen y en especial, por supuesto, de Orgullo y Prejuicio.


domingo, 22 de septiembre de 2013

PARA CONTAR HISTORIAS



Creo que cuando disfrutas tanto escribir y leer, aficiones que por cierto pienso van de la mano, no conozco a nadie que ame lo primero sin sentir inclinación por lo segundo y viceversa, es siempre un placer conocer las impresiones acerca de la literatura que  los escritores tienen a bien compartir. Paso parte de mi tiempo libre investigando al respecto y atesorando frases o artículos que tengo la suerte de hallar. 

Buceando en la red encuentro páginas muy interesantes, entre ellas esta, en la que hallé este interesante escrito de Gabriel García Márquez, y ya sabemos que cuando de escritura se trata, es una excelente persona a quién prestar oídos u ojos, como en este caso, así que comparto su escrito con ustedes; estoy segura de que lo disfrutarán tanto como yo; este escrito nació de un taller de cine que García Márquez dictó hace algunos años.


PARA CONTAR HISTORIAS

Empiezo por decirles que esto de los talleres se me ha convertido en un vicio. Yo lo único que he querido hacer en mi vida -y lo único que he hecho más o menos bien- es contar historias. Pero nunca imaginé que fuera tan divertido contarlas colectivamente. Les confieso que para mí la estirpe de los griots, de los cuenteros, de esos venerables ancianos que recitan apólogos y dudosas aventuras de Las mil y una noches en los zocos marroquíes, esa estirpe, es la única que no está condenada a cien años de soledad ni a sufrir la maldición de Babel. Era una lástima que nuestro esfuerzo quedara confinado a estas cuatro paredes, a los contados participantes de uno u otro taller. Bueno, les anuncio que muy pronto romperemos el cascarón. Nuestras reflexiones y discusiones, que hemos tenido el cuidado de grabar, se transcribirán y serán publicadas en libro, el primero de los cuales se titulará Cómo se cuenta un cuento. Muchos lectores podrán compartir entonces nuestras búsquedas y además nosotros mismos, gracias a la letra impresa, podremos seguir paso a paso el proceso creador con sus saltos repentinos o sus minúsculos avances y retrocesos.

Hasta ahora me había parecido difícil, por no decir imposible, observar en detalle los caprichosos vaivenes de la imaginación, sorprender el momento exacto en que surge una idea, como el cazador que descubre de pronto en la mirilla de su fusil el instante preciso en que salta la liebre. Pero con el texto delante creo que será fácil hacer eso. Uno podrá volver atrás y decir: “Aquí mismo fue”. Porque uno se dará cuenta de que a partir de ahí -de esa pregunta, ese comentario, esa inesperada sugerencia- fue cuando la historia dio un vuelco, tomó forma y se encauzó definitivamente.

Una de las confusiones más frecuentes, en cuanto al propósito del taller, consiste en creer que venimos aquí a escribir guiones o proyectos de guión. Es natural. Casi todos ustedes son o quieren ser guionistas, escriben o aspiran a escribir para la televisión y el cine, y como esto es una escuela de cine y televisión, precisamente, es lógico que al llegar aquí mantengan los hábitos mentales del oficio. Siguen pensando en términos de imagen, estructuras dramáticas, escenas y secuencias, ¿no es así? Pues bien: olvídenlo. Estamos aquí para contar historias. Lo que nos interesa aprender aquí es cómo se arma un relato, cómo se cuenta un cuento. Me pregunto, sin embargo, hablando con entera franqueza, si eso es algo que se pueda aprender. No quisiera descorazonar a nadie, pero estoy convencido de que el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no, así como, en un sentido más amplio, se divide entre los que cagan bien y los que cagan mal, o, si la expresión les parece grosera, entre los que obran bien y los que obran mal, para usar un piadoso eufemismo mexicano. Lo que quiero decir es que el cuentero nace, no se hace. Claro que el don no basta. A quien sólo tiene la aptitud pero no el oficio, le falta mucho todavía: cultura, técnica, experiencia... Eso sí: posee lo principal. Es algo que recibió de la familia, probablemente no sé si por la vía de los genes o de las conversaciones de sobremesa. Esas personas que tienen aptitudes innatas suelen contar hasta sin proponérselo, tal vez porque no saben expresarse de otra manera. Yo mismo, para no ir más lejos, soy incapaz de pensar en términos abstractos. De pronto me preguntan en una entrevista cómo veo el problema de la capa de ozono o qué factores, a mi juicio, determinarán el curso de la política latinoamericana en los próximos años, y lo único que se me ocurre es contarles un cuento. Por suerte, ahora se me hace mucho más fácil, porque además de la vocación tengo la experiencia y cada vez logro condensarlos más y por tanto aburrir menos.

La mitad de los cuentos con que inicié mi formación se los escuché a mi madre. Ella tiene ahora ochenta y siete años y nunca oyó hablar de discursos literarios, ni de técnicas narrativas, ni de nada de eso, pero sabía preparar un golpe de efecto, guardarse un as en la manga mejor que los magos que sacan pañuelitos y conejos del sombrero. Recuerdo cierta vez que estaba contándonos algo, y después de mencionar a un tipo que no tenía nada que ver con el asunto, prosiguió su cuento tan campante, sin volver a hablar de él, hasta que casi llegando al final, ¡paff!, de nuevo el tipo -ahora en primer plano, por decirlo así-, y todo el mundo boquiabierto, y yo preguntándome, ¿dónde habrá aprendido mi madre esa técnica, que a uno le toma toda una vida aprender? Para mí, las historias son como juguetes y armarlas de una forma u otra es como un juego. Creo que si a un niño lo pusieran ante un grupo de juguetes con características distintas, empezaría jugando con todos pero al final se quedaría con uno. Ese uno sería la expresión de sus aptitudes y su vocación. Si se dieran las condiciones para que el talento se desarrollara a lo largo de toda una vida, estaríamos descubriendo uno de los secretos de la felicidad y la longevidad. El día que descubrí que lo único que realmente me gustaba era contar historias, me propuse hacer todo lo necesario para satisfacer ese deseo. Me dije: esto es lo mío, nada ni nadie me obligará a dedicarme a otra cosa. No se imaginan ustedes la cantidad de trucos, marrullerías, trampas y mentiras que tuve que hacer durante mis años de estudiante para llegar a ser escritor, para poder seguir mi camino, porque lo que querían era meterme a la fuerza por otro lado. Llegué inclusive a ser un gran estudiante para que me dejaran tranquilo y poder seguir leyendo poesías y novelas, que era lo que a mí me interesaba. Al final del cuarto año de bachillerato -un poco tarde, por cierto- descubrí una cosa importantísima, y es que si uno pone atención a la clase después no tiene que estudiar ni estar con la angustia permanente de las preguntas y los exámenes. A esa edad, cuando uno se concentra lo absorbe todo como una esponja. Cuando me di cuenta de eso hice dos años -el cuarto y el quinto- con calificaciones máximas en todo. Me exhibían como un genio, el joven de 5 en todo, y a nadie le pasaba por la cabeza que eso yo lo hacía para no tener que estudiar y seguir metido en mis asuntos. Yo sabía muy bien lo que me traía entre manos.

Modestamente, me considero el hombre más libre del mundo -en la medida en que no estoy atado a nada ni tengo compromisos con nadie- y eso se lo debo a haber hecho durante toda la vida única y exclusivamente lo que he querido, que es contar historias. Voy a visitar a unos amigos y seguramente les cuento una historia; vuelvo a casa y cuento otra, tal vez la de los amigos que oyeron la historia anterior; me meto en la ducha y, mientras me enjabono, me cuento a mí mismo una idea que venía dándome vueltas en la cabeza desde hacía varios días... Es decir, padezco de la bendita manía de contar. Y me pregunto: esa manía, ¿se puede trasmitir? ¿Las obsesiones se enseñan? Lo que sí puede hacer uno es compartir experiencias, mostrar problemas, hablar de las soluciones que encontró y de las decisiones que tuvo que tomar, por qué hizo esto y no aquello, por qué eliminó de la historia una determinada situación o incluyó un nuevo personaje... ¿No es eso lo que hacen también los escritores cuando leen a otros escritores? Los novelistas no leemos novelas sino para saber cómo están escritas. Uno las voltea, las desatornilla, pone las piezas en orden, aísla un párrafo, lo estudia, y llega un momento en que puede decir: “Ah, sí, lo que hizo éste fue colocar al personaje aquí y trasladar esa situación para allá, porque necesitaba que más allá...” En otras palabras, uno abre bien los ojos, no se deja hipnotizar, trata de descubrir los trucos del mago. La técnica, el oficio, los trucos son cosas que se pueden enseñar y de las que un estudiante puede sacar buen provecho. Y eso es todo lo que quiero que hagamos en el taller: intercambiar experiencias, jugar a inventar historias, y en el ínterin ir elaborando las reglas del juego.

Éste es el sitio ideal para intentarlo. En una cátedra de literatura, con un señor sentado allá arriba soltando imperturbable un rollo teórico, no se aprenden los secretos del escritor. El único modo de aprenderlos es leyendo y trabajando en taller. Es aquí donde uno ve con sus propios ojos cómo crece una historia, cómo se va descartando lo superfluo, cómo se abre de pronto un camino donde sólo parecía haber un callejón sin salida... Por eso no deben traerse aquí historias muy complejas o elaboradas, porque la gracia del asunto consiste en partir de una simple propuesta, no cuajada todavía, y ver si entre todos somos capaces de convertirla en una historia que, a su vez, pueda servir de base a un guión televisivo o cinematográfico. A las historias para largometrajes hay que dedicarles un tiempo del que ahora no disponemos. La experiencia nos dice que las historias sencillas, para cortos o mediometrajes, son las que mejor funcionan en el taller. Le dan al trabajo una dinámica especial. Ayudan a conjurar uno de los mayores peligros que nos acechan, que es la fatiga y el estancamiento. Tenemos que esforzarnos para que nuestras sesiones de trabajo sean realmente productivas. A veces se habla mucho pero se produce poco. Y nuestro tiempo es demasiado escaso y por tanto demasiado valioso para malgastarlo en charlatanerías. Eso no quiere decir que vayamos a sofocar la imaginación, entre otras cosas porque aquí funciona también el principio del brain-storming hasta los disparates que se le ocurren a uno deben tomarse en cuenta porque a veces, con un simple giro, dan paso a soluciones muy imaginativas.

No se concibe al participante de un taller que no sea receptivo a la crítica. Esto es una operación de toma y daca, hay que estar dispuesto a dar golpes y a recibirlos. ¿Dónde está la frontera entre lo permisible y lo inaceptable? Nadie lo sabe. Uno mismo la fija. Por lo pronto uno tiene que tener muy claro cuál es la historia que quiere contar. Partiendo de ahí, tiene que estar dispuesto a luchar por ella con uñas y dientes, o bien, llegado el caso, ser suficientemente flexible y reconocer que tal como uno la imagina, la historia no tiene posibilidades de desarrollo, por lo menos a través del lenguaje audiovisual. Esa mezcla de intransigencia y flexibilidad suele manifestarse en todo lo que uno hace, aunque a menudo adopte formas distintas. Yo, por ejemplo considero que los oficios de novelista y de guionista son radicalmente diferentes. Cuando estoy escribiendo una novela me atrinchero en mi mundo y no comparto nada con nadie. Soy de una arrogancia, una prepotencia y una vanidad absolutas. ¿Por qué? Porque creo que es la única manera que tengo de proteger al feto, de garantizar que se desarrolle como lo concebí. Ahora bien, cuando termino o considero casi terminada una primera versión, siento la necesidad de oír algunas opiniones y les paso los originales a unos pocos amigos. Son amigos de muchos años, en cuyos criterios confío y a quienes pido, por tanto, que sean los primeros lectores de mis obras. Confío en ellos no porque acostumbren a celebrarlas diciendo qué bien, qué maravilla, sino porque me dicen francamente qué encuentran mal, qué defectos les ven, y sólo con eso me prestan un enorme servicio. Los amigos que sólo ven virtudes en lo que escribo podrán leerme con más calma cuando ya el libro esté editado; los que son capaces de ver también defectos, y de señalármelos, ésos son los lectores que necesito antes. Claro que siempre me reservo el derecho de aceptar o no las críticas, pero lo cierto es que no suelo prescindir de ellas.

Bueno, ese es el retrato del novelista ante sus críticos. El del guionista es muy diferente. Para nada se necesita más humildad en este mundo que para ejercer con dignidad el oficio de guionista. Se trata de un trabajo creador que es también un trabajo subalterno. Desde que uno empieza a escribir sabe que esa historia, una vez terminada, y sobre todo, una vez filmada, ya no será suya. Uno recibirá un crédito en pantalla, cierto -casi siempre mezclado con solícitos colaboradores, incluido el propio director- pero el texto que uno escribió ya se habrá diluido en un conjunto de sonidos e imágenes elaborado por otros, los miembros del equipo. El gran caníbal es siempre el director, que se apropia de la historia, se identifica con ella y le mete todo su talento y su oficio y sus huevos para que se convierta finalmente en la película que vamos a ver. Es él quien impone el punto de vista definitivo, y en ese sentido es mucho más autoritario que los guionistas y los narradores. Yo creo que quien lee una novela es más libre que quien ve una película. El lector de novelas se imagina las cosas como quiere -rostros, ambientes, paisajes...- mientras que el espectador de cine o el televidente no tiene más remedio que aceptar la imagen que le muestra la pantalla, en un tipo de comunicación tan impositiva que no deja margen a las opciones personales. ¿Saben ustedes por qué no permito que Cien años de soledad se lleve al cine? Porque quiero respetar la inventiva del lector, su soberano derecho a imaginar la cara de la tía Úrsula o del Coronel como le venga en gana.

Pero, en fin, me he alejado bastante del tema, que no es ni siquiera el trabajo del guionista, sino lo que podemos hacer para seguir alimentando la manía de contar, que todos padecemos en mayor o menor grado. Por lo pronto, tenemos que concentrar nuestras energías en los debates del taller. Alguien me preguntó si no sería posible matar dos pájaros de un tiro asistiendo por las mañanas al taller de fotografía submarina que se está realizando aquí mismo, y le contesté que no me parecía una buena idea. Si uno quiere ser escritor tiene que estar dispuesto a serlo veinticuatro horas al día, los trescientos sesenta y cinco días del año. ¿Quién fue el que dijo aquello de que si me llega la inspiración me encontrará escribiendo? Ése sabía lo que decía. Los diletantes pueden darse el lujo de mariposear, de pasarse la vida saltando de una cosa a otra sin ahondar en ninguna, pero nosotros no. El nuestro es un oficio de galeotes, no de diletantes.

martes, 17 de septiembre de 2013

AMORES RETORCIDOS: NINA BENEDETTA



Hay amores que se terminan apenas comienzan, amores eternos que perduran más allá de la muerte, amores que salvan distancias o se terminan con el absurdo transcurrir de los años, y están los amores que por su peculiaridad prefieren florecer en las tenebrosas sombras de lo desconocido, bien por decisión propia o por causa del destino.

Descubre junto a los personajes de estas intrigantes historias, la palpitante iluminación del amor oscuro, y acompáñalos en su viaje abrupto a través de una vida prohibida que podría terminar por destruirlos por completo pero de la cual no pueden separarse.

Déjate enamorar y sorprender con los sentimientos fatales que te llevarán a los confines más desagradables del amor, y embriaga tus sentidos con la locura fulgurante a la que es capaz de orillarte la obsesión, o bien el amor intenso y sincero por alguien vedado para ti. Porque incluso tú podrías tener un amor torcido.

Me llamó la atención este libro por dos cosas; la portada, que es muy bonita, y el título, porque me pareció curioso y poco usual, así que agradezco mucho a El club de las escritoras y a la autora por permitirme leerlo.

Este libro está compuesto por ocho relatos muy diferentes el uno del otro, pero con un denominador común: amores extraños, no siempre felices, nacidos de las circunstancias más insólitas; algunos son cercanos, otros tienen un tinte sobrenatural e incluso alguno de ellos puede resultar perturbador por la relación entre sus protagonistas. 

Algo que me ha parecido particularmente interesante es que la autora aborda distintos temas con una mentalidad muy abierta, plantea situaciones que pueden ser juzgadas o moralmente rechazadas, pero sin caer en el tema aleccionador. Sencillamente, nos presenta un relato bien narrado y nosotros, como lectores, estamos en libertad de llegar a nuestras propias conclusiones.

La erótica está muy presente en la trama, y aunque no es uno de mis géneros favoritos, cuando la historia lo requiere y es bien llevada, es bien apreciado y este es uno de esos casos.

De modo que recomiendo este libro para quienes disfruten de los relatos. 


domingo, 8 de septiembre de 2013

¡GRACIAS Y NUEVAS!



No me ha quedado muy coherente el título de la entrada, ¿verdad? Bueno, no importa, aquí me explico.

En primer lugar, quiero dar las gracias de corazón a todas las personas que pasan por aquí, me ha asombrado mucho ver que han llegado ya ¡300! Que trescientos se dice y se escribe fácil, pero tiene un gran significado y quiero decirles que aprecio a cada uno de ustedes por mostrar interés en compartir conmigo. Aquí me doy el gusto de contar algunas cosas relacionadas con la escritura y lectura, dos de mis pasiones, y me hace muy feliz el poder encontrar buenos amigos con gustos similares. Así que millones de gracias y sean siempre todos muy bienvenidos.



Ahora las nuevas que en verdad no lo son tanto, pero que sí son importantes. Cada cierto tiempo vengo a contarles cómo van las historias que he publicado y luego de las vacaciones, creo que toca una actualización, en especial porque tengo algunas cosas que contar.

Cuando decidí publicar Dime si es amor, no tenía idea de cuál sería el recibimiento para la historia. A En busca de un hogar le fue bastante bien, pero en esta ocasión opté por un género distinto y confieso que estaba un poco nerviosa al respecto, porque no importa cuánta fe puedes tener a tus historias, que a las mías se la tengo y mucha, lo que pueda ocurrir luego del trabajo duro no es fácil de adivinar. De modo que ha sido genial ver que a esta novela le ha ido bien, y eso me alegra muchísimo.

Comparto algunas capturas atrapadas al vuelo para la posteridad, o la mía, bueno, que desde luego no lo será para el mundo, pero aquí en este rinconcito sí que ocupan un lugar muy especial.

Y esta en particular que me ilusionó mucho al verla. Si encontrarte con una historia propia bien ubicada siempre genera alegría, se imaginan lo que será ver a dos.



Entonces, una vez más, muchísimas gracias por su apoyo constante,  y vuelvo pronto para comentar algunas historias muy interesantes que he tenido el gusto de conocer, y otros tantos temas que me rondan. Que tengan una excelente semana. 



lunes, 2 de septiembre de 2013

CRÓNICAS DE LA NUEVA HISPANIA, SENTENCIA DE AMOR




Regreso por estos lares con una nueva reseña, y de un libro que me ha gustado mucho. A decir verdad, tengo la infinita suerte de haber podido leer mucho en estos días y de haber disfrutado de cada historia con la que me he encontrado. He viajado a la época de las hermosas mansiones de la Inglaterra antes de la Segunda Guerra Mundial de la mano de Charles Ryder, protagonista de Retorno a Brideshead. Sucumbí a los encantos de la talentosa Kleypas, y estoy rendida por su pluma romántica y divertida. La señora Roberts también me hizo compañía, y el señor Murakami ha mostrado la buena disposición de regalarme sus letras. Pero vamos por partes...


La reseña que traigo hoy es para un libro que me ha dejado con una muy buena sensación. Crónicas de la Nueva Hispania, de Dama N. Prayton, ha significado para mí una lectura genial y muy especial, ya que pertenece a un género que no acostumbro leer.

Un día cualquiera, un día corriente, pero una noticia que lo cambiará todo. España se despierta con un nuevo Gobierno y un nuevo nombre: “La Nueva Hispania”. Los nuevos gobernantes lo controlan todo, poseen tecnología de última generación y un ejército de Cyborg, también denominados protoners. Las leyes son tan opresivas que muchos mueren por desobedecerlas. Pero no todo está perdido, hay varios grupos de patrulleros defensores de la libertad. Ella es una chica que escapa de un cautiverio atroz, para caer en otro donde su vida depende de una respuesta a una única pregunta. “¿Quién eres?” Pero ella no pude responder, no puede desvelar la verdad aunque su vida dependa de ello. Leo es un miembro fuerte y decidido de la resistencia, un patrullero experimentado, que tendrá que luchar contra unos sentimientos demasiado poderosos. ¿Conseguirá que la prisionera hable? ¿Conseguirá descubrir por qué siente que su corazón sangra ante la posibilidad de matarla? ¿Conseguirá descubrir su secreto? BIENVENIDOS A UNA NUEVA ERA...

De por sí la sinopsis hace pensar, y eso es algo que me atrajo muchísimo de esta historia; es decir, ¿algo así podría ocurrir? ¿Es posible que la humanidad llegue a este punto? Infortunadamente, al menos a mi parecer, no creo que sea una idea para nada alejada de la realidad.

Acerca de la historia en sí, la autora nos presenta un futuro no muy lejano en el que la sociedad española es oprimida de la forma más terrible por sus gobernantes; estos no solo se hacen con el poder y los recursos de su pueblo, sino que deciden crear un régimen totalitario que se sustenta en el miedo y en silenciar a todo aquel que se muestre contrario; además, cuentan con la tecnología para crear seres tales como Cyborgs con lo que no hay casi nadie que les haga frente. El casi nadie es una expresión muy importante, porque como en toda sociedad pensante, existen elementos que deciden luchar y rebelarse. Uno de ellos es nuestro protagonista, Leo, quien pertenece a una familia de combatientes que organizan la resistencia.



La autora nos sitúa en la historia de forma precisa, clara, y con una sencillez tal que inmediatamente podemos hacernos a la idea de los horrores que esta sociedad debe tolerar; es más, al tocar un tema que nos es sensible a todos porque en algún momento de la historia, en cualquier lugar del mundo, se han visto regímenes totalitarios, resulta sencillo empatizar con los personajes, con su situación y los horrores que viven.

Algo más que me gustó de esta historia fue la forma en que se presenta una historia de amor sin que el trasfondo social pierda protagonismo; por el contrario, la pareja principal convive y forma parte de esta nueva sociedad y así como seguimos con interés su historia de amor, de la misma forma nos mantenemos atentos a su lucha y la de sus familiares y amigos por recuperar su libertad.



Mencionaba algo más arriba a Leo, el protagonista, que me ha gustado mucho, es esa clase de persona que no puede evitar caerte bien y a quien le deseas lo mejor, porque en tu mente no puede ser de otra manera, aunque en la situación que le toca vivir, no lo lleva fácil. Es un personaje fuerte, muy claros en sus actos. La protagonista, en cambio, resulta más compleja y misteriosa, por lo que no puedo explayarme tanto como quisiera, pero sí puedo decir que Ella, como es conocida en un inicio, es un personaje muy rico, con una historia a la espalda que quien la conozca, se conmoverá de inmediato.

Y bueno, obviamente es un libro que me ha gustado mucho, que he disfrutado y que desde luego recomiendo. 

Volveré pronto con novedades, saben cuánto me gusta compartirlas con ustedes, y desde luego, con más libros acerca de los cuáles conversar.

Qué gusto estar de vuelta por aquí, se les ha echado de menos.