Hace un tiempo que no hago una entrada relacionada con el arte de escribir y me provocó compartir una hoy. Creo que no hace falta que les hable de Ray Bradbury y el extraordinario escritor que fue, ese hombre amante de la lectura y la escritura que nos dejó un legado inmenso. Algo que aprecio de este autor, quizá aún más que su obra, y eso es mucho decir, es que amaba leer. En sus palabras, "un libro es un arma cargada", y consideraba que los seres humanos "somos el milagro de la fuerza y la materia convirtiéndose a sí mismas en imaginación y voluntad". Según sus escritos, Bradbury confiaba ciegamente en la educación, incluso en aquella auto impartida; en su opinión, una persona podía educarse en una biblioteca; según él, se graduó a los veintiocho años de una.
Como he comentado más de una vez, creo firmemente en el proceso de creación como un acto de voluntad, esfuerzo, trabajo duro y sobre todo, de mucha constancia, la misma que debe ir de la mano con una disposición absoluta para aprender, reconocer errores y procurar absorber tantas enseñanzas como sea posible. Por eso estoy siempre al pendiente de todo aquello que pueda enriquecerme en este camino de la escritura, y cuando doy con alguna joya me gusta compartirla, porque las palabras de un hombre como Bradbury son un tesoro invaluable que debería llegar a todo el mundo. Aquí una selección de inteligentes y precisos consejos para escritores en proceso de formación; es decir, para todos. Espero que los encuentren tan interesantes como yo.
No empieces escribiendo novelas novelas. Toman mucho.
Empieza escribiendo “una cantidad endemoniada de cuentos”, al menos uno por
semana. Toma un año para hacerlo. Bradbury asegura que simplemente no es
posible escribir 52 malas historias al hilo. Él esperó hasta los 30 para
escribir su primera novela, Fahrenheit 451. “Y valió la pena esperar, ¿eh?”
Puedes amarlos, pero no remplazarlos. Ten esto en mente
cuando inevitablemente intentes, consciente o inconscientemente, imitar a tus
escritores favoritos, justo como él imitó a H.G. Wells, Jules Verne, Arthur
Conan Doyle y L. Frank Baum.
Examina la “calidad” de los cuentos. Él sugiere Roald Dahl,
Guy de Maupassant y los menos conocidos Nigel Kneale y John Collier. Nada en el
New Yorker de hoy le llenaba el ojo, pues encontraba que esas historias “no
tenían metáfora”.
Ocupa tu mente. Para acumular los bloques intelectuales de
estas metáforas, Bradbury sugería una serie de lecturas nocturnas: un cuento,
un poema y un ensayo.
Los ensayos pueden ser de una diversidad de campos, incluyendo arqueología,
zoología, biología, filosofía, política y literatura. “Al final de mil noches,
¡Dios!, ¡Estarás lleno de cosas!”
Deshazte de los amigos que no creen en ti. ¿Se burlan de tus
ambiciones de escritor? La sugerencia es que los despidas sin retraso.
Vive en la biblioteca. No vivas en tu “maldita computadora”.
Bradbury no fue a la universidad, pero sus insaciables hábitos de lectura le
permitieron “graduarse de la biblioteca” a los 28.
Enamórate del cine. Preferiblemente del viejo.
Escribe con alegría. “Escribir no es un negocio serio”. Si
una historia comienza a sentirse como un trabajo, deséchala y comienza una
nueva. “Quiero que envidien mi alegría”.
No planees ganar dinero. La esposa de Bradbury “hizo un voto
de probreza” para casarse con él. Solo hasta los 37 pudieron comprarse un auto.
Enlista 10 cosas que amas y 10 cosas que odias. Luego
escribe sobre las primeras y “mata” las segundas, también escribiendo sobre
ellas. Haz lo mismo con tus miedos.
Escribe cualquier cosa vieja que surja en tu mente. Bradbury
recomienda “asociación de palabras” para romper cualquier bloqueo creativo,
pues “no sabes lo que hay en ti hasta que lo pruebas”.