Una admirable historia de amor situada en el Leningrado
ocupado por los alemanes en 1941.
Leningrado, 1941: la guerra parece lejana en esta ciudad de
antigua grandeza, donde dos hermanas, Tatiana y Dasha Metanov, comparten un
minúsculo apartamento con su familia. La vida bajo el gobierno de Stalin es
dura, pero las privaciones que les esperan ni siquiera son imaginables: el
ejército de Hitler está a punto de invadir su querida patria.
Bajo el terror y la dificultad, se esconden la belleza y la
esperanza: Tatiana ha conocido a Alexandr, un joven oficial del Ejército Rojo
de misterioso y turbulento pasado. Mientras el ejército alemán y el duro
invierno cercan la ciudad, los amantes se ven abocados a un amor imposible que
puede desgarrar la familia de Tatiana y ser, para Alexandr, tan destructivo
como la guerra. Y, mientras tanto, la corriente de la Historia arrasa a su paso
el mundo tal y como ellos lo han conocido y amenaza con cambiarlos para
siempre.
Tenía que pasar algún día. Que me viera secuestrada por esta historia que ha conquistado a tantos y que conmigo no solo ha logrado eso, sino también dejar una huella en mi corazón. Cuando pienso en una novela que combine todos aquellos elementos que amo en una historia, sin duda son aquellas como El jinete de bronce las que vienen a mi mente. Adoro la historia, pocas cosas me emocionan más que un romance bien narrado en el que los sentimientos más profundos son los que guían a los protagonistas, y las circunstancias tan humanas como complicadas que les obligan a enfrentar la vida son, pese al sufrimiento que a veces provocan, una delicia para leer. Lo es, al menos, cuando está narrado con maestría, y por lo que he podido comprobar, eso es algo que a Paullina Simons le sobra.
Pensé mucho en ponerme con este libro porque es una trilogía y solo conseguí el primer título, sé que podré dar con el tercero, pero del segundo no se tienen noticias por aquí. Que no cunda el pánico, una buena amiga me ha prometido prestarme el segundo libro de la saga; pero a lo que voy es a que aún cuando esto no hubiera sido posible, no me arrepiento de haber decidido conocer la historia de Tatiana y Alexander porque es una historia que merece ser leída.
Cuesta imaginar un escenario más difícil en el cual pueda desarrollarse una historia de amor. Una Rusia fragmentada en que sus ciudadanos viven en la miseria y en la cual el futuro no hace más que empeorar. Con la guerra sobre ellos, faltos de alimento, la muerte rondando y arrebatando miembros sin compasión... y allí aparece Tatiana, una chiquilla de diecisiete años, un tanto soñadora y un poco despistada que un día sale a la calle enviada por una familia que no la trata con todo el amor que merece sino como poco menos que un estorbo, y que debe buscar comida para aprovisionarse para los malos tiempos que se les vienen encima. Pero le provoca un helado, y se sienta con toda la calma del mundo a comer uno, indiferente al caos que la rodea, toda inocencia y ganas de vivir. Y allí, en la otra acera, se la queda mirando un soldado. Entonces comienza nuestra historia y sobre todo comienza la suya, la de Tatiana y Alexander.
Me encanta la historia de Alexander; él es dueño de un pasado muy doloroso que no lo ha convertido en un Christian Grey, no se espanten; odio cuando me presentan personajes masculinos de esa tónica. Alexander ha perdido mucho, ha visto el horror a la cara y ha seguido adelante. Creo que esto es algo recurrente en la historia, la supervivencia, las ansias de vivir pese a todo, de superar el horror y de aferrarse a aquello que, si bien deja profundas cicatrices, también nos forma como seres humanos. La historia de amor de Tatiana y Alexander se desarrolla en diversos frentes, enfrentados a mil y un dificultades. El suyo es uno de esos amores apasionados, que parecen imposibles y que precisamente por ello se presentan tan reales, tan necesarios, inevitables.
Según la autora nos va narrando este romance, sus obstáculos, los errores que ambos cometen y tantos acontecimientos que se suceden en su relación, nos lleva también de la mano por una época espantosa vista desde el punto de vista, valga la redundancia, de los ciudadanos soviéticos que deben convivir con el hambre y la incertidumbre de esa guerra que parece no acabar nunca. La documentación de Simons es exquisita, sencillamente deliciosa; de alguna forma consigue transportarte a esa época, y así como puedes enamorarte y compartir esa preciosa historia de amor de Tatiana y Alexander, te conviertes también en un espectador en primera fila de los horrores de la guerra y cómo esta solo deja perdedores. Ello, sin embargo, sin atiborrarte de información; es precisamente su dominio del tema el que le permite narrarlo con naturalidad y envolver al lector de forma que se sienta parte de todo lo que ocurre.
El jinete de bronce es una lectura extraordinaria independientemente de si al lector le gusta o no la novela romántica; creo que esta historia va más allá, es una mirada al pasado, a la naturaleza humana y cómo las situaciones más extremas sacan lo peor y lo mejor de las personas. En cierta medida me ha recordado a Forastera, por ser una historia en la cual el romance de los protagonistas lleva gran peso de la trama, pero al mismo tiempo esta se encuentra ambientada en un periodo de la historia muy interesante y la autora no se esconde nada para hacer llegar al lector un retrato fiel de los acontecimientos. Sin duda es una lectura más que recomendada de mi parte y espero ponerme con Tatiana y Alexander, la segunda parte, tan pronto como sea posible.