Marie-Laure vive
con su padre en París, cerca del Museo de Historia Natural, donde él trabaja
como responsable de sus mil cerraduras. Cuando, siendo muy niña, Marie-Laure se
queda ciega, su padre le construye una perfecta miniatura de su barrio para que
pueda memorizarla gracias al tacto y encontrar el camino a casa. A sus doce
años, los nazis ocupan París y padre e hija tienen que huir a la ciudad
amurallada de Saint-Malo. Con ellos se llevan la que podría ser la más preciada
y peligrosa joya del museo.
En una
ciudad minera de Alemania, el joven huérfano Werner crece junto a su hermana
pequeña, cautivado por una rudimentaria radio que ambos encuentran. Werner se
convierte en un experto en construir y reparar estos aparatos cruciales para
los nuevos tiempos, un talento que no pasa desapercibido a las Juventudes
Hitlerianas.
Siguiendo al
ejército alemán, Werner deberá atravesar el corazón en guerra de Europa. Hasta
que en la última noche antes de la liberación de Saint-Malo los caminos de
Werner y Marie-Laure por fin se crucen. Y sus vidas cambien para siempre.
"¿Cómo puede ser que el cerebro, que jamás conoce una chispa de
luz, construya en nuestro interior un mundo lleno de luces?"
Hoy vengo con la reseña de uno de mis libros favoritos del año que nos acaba de dejar, una que tenía pendiente y que espero pueda plasmar de alguna forma lo mucho que me impactó esta novela. Son pocos los libros que consiguen dejar al lector con una sensación tan compleja como consigue hacer esta; en mi caso, no se trata solo del desasosiego del que había oído hablar, sino también de una mezcla de este con esperanza, de allí la complejidad que creo logra imprimir el autor en sus páginas. El ritmo de esta historia puede considerarse pausado, no es una de esas obras que una lee en un par de días porque se ve impulsada a devorarla, no, es de esas que se saborean, que exigen pausas para asimilar lo que va ocurriendo y luego volver a retomar la lectura. Y pese a ello el ritmo es muy dinámico, con capítulos breves y saltando de un personaje a otro, de modo que en ningún momento resulta pesado de leer.
La sinopsis nos dice mucho acerca del desarrollo del libro, de modo que no destriparé mucho la trama, prefiero comentar lo que me ha dejado un mayor recuerdo. Ambos protagonistas me han resultado maravillosos, cada uno con su tremenda humanidad, y quizá sea eso lo que más me ha gustado del libro, porque Marie-Laure y Werner son muy humanos, lo mismo que casi todas las personas que los rodean, como el padre y el tío de la primera, y la hermana del segundo. Como humanos, son falibles y se ven arrollados por las circunstancias y la época en la que les tocó vivir. No puedo imaginar lo que habrá sido estar en el lugar de cualquiera de ellos en un tiempo tan convulso, verse enfrentados a tanto dolor y pérdidas siendo tan pequeños y sin un solo momento de pausa, porque las tragedias se suceden una tras otra. Y, al mismo tiempo, como les decía líneas más arriba, nos encontramos ante una historia que no solo retrata la maldad de ciertos personajes y sus consecuencias en el resto de la humanidad, sino también se trata de una obra cargada de esperanza. Marie-Laure sufre terriblemente al tener que dejar su hogar en París huyendo del horror con su padre, pero su amor por este es tan grande, la devoción del padre que nos es mostrada resulta tan conmovedora, que es casi un canto al amor; y lo mismo puede decirse de Werner y su relación con su hermana, un personaje a mi parecer encantador y quien comparte la inocente curiosidad por el mundo con nuestro protagonista.
"Todos nos hicimos mayores antes de crecer".
Los saltos temporales en la historia son perfectos y muy necesarios para conseguir una mirada total de lo que ocurre a nuestro alrededor, de forma que casi nos sentimos un personaje más en la historia y, algo más, el autor posee un estilo intimista, cargado de sensibilidad, de modo que nos sentimos tocados párrafo tras párrafo por los sentimientos de los personajes.
Con una historia como esta es fácil adivinar que quizá no tengamos un final feliz, y aun cuando eso pueda dejar un sabor agridulce, sabemos que la vida es así, que no hay siempre un arco iris al final del camino, pero eso no quiere decir que no asome un rayo de luz en la lejanía, porque lo hace y aquí podemos verlo mejor que nunca; la naturaleza humana y las ansias por vivir siempre se abren paso. En verdad, La luz que no puedes ver es un libro precioso y muy, muy recomendable.
“Cuando perdí la vista, Werner, la gente me decía que era
valiente. Cuando mi padre se marchó, la gente me dijo que era valiente. Pero no
se trata de valentía, es que no tengo otra opción. Me despierto y vivo mi vida,
¿acaso no haces tú lo mismo?”