lunes, 28 de octubre de 2013

CONSEJOS DE ESCRITURA DE STEPHEN KING



Hace unas semanas escribí una entrada en El mundo alrededor, acerca de Mientras escribo, un libro de Stephen King en el que este conocido autor comparte sus experiencias en el proceso de la creación de historias, así como  narra muchos pasajes de su vida. Es un libro maravilloso que recomiendo de todo corazón, no solo para quienes gusten de escribir, sino también para cualquier persona que sienta pasión por las letras. 

Entonces, ahora me gustaría compartir algunas frases de ese libro, algunas que anoté, y anoté muchas, porque son así de buenas, pero en esa entrada se me quedaron en el tintero. Ya que este es un blog en el que comparto cosas referentes a dos de mis más grandes pasiones, lectura y escritura, creo que es el lugar perfecto para subirlas. 

Creo que lo que más admiro de King, independientemente de si me gustan sus obras o no, es lo claro que tiene todo lo relacionado con el oficio de escritor. Es un hombre bastante práctico, sin que por ello se le ocurra quitarle la magia al proceso creativo; pone mucho énfasis en la importancia de la disciplina al escribir, así como también al hecho de que sin trabajo simple y sencillamente no se consigue nada, o mejor dicho, nada que valga la pena o por lo que puedas sentirte en verdad orgulloso. La simplicidad en la escritura, la paciencia, el saber encajar las críticas... en fin, un racimo de maravillosas ideas que estoy segura disfrutarán leer tanto como yo; de modo que aquí las dejo.



“Si quieres escribir bien debes trabajar como una mula. Si no, confórmate con tu mediocridad y da las gracias por tenerla a mano."

“Existe un muso (las musas generalmente son mujeres, el mío es varón), pero no esperes que baje revoloteando y esparza polvos mágicos creativos sobre tu máquina de escribir o computadora."

“El muso es un habitante del sótano y tendrás que bajar a su nivel. Digamos que te toca a ti sudar la gota gorda mientras el muso se queda sentado, fuma y finge ignorarte. ¿Te parece justo? A mí, sí”.

No, ningún duendecillo hará el trabajo duro mientras duermes.

“Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, enamorar mucho o hacer amistades. Es enriquecer las vidas de las personas que te leen y al mismo tiempo enriquecer la tuya. Es levantarse, recuperarse y superarse".

“La mejor manera de aprender a escribir es leyendo y escribiendo mucho, equivocándose mucho, tirando muchos papeles al tacho de basura. Y las clases más valiosas son las que se da uno mismo, en el estudio, a puerta cerrada”.

“No caigas en la trampa de creer que las palabras son simples palabras que suenan bonito".



“La unidad básica de la escritura es el párrafo, no la frase".

“El secreto es practicar mucho".

"El lenguaje no está obligado a llevar permanentemente corbata ni zapatos de cordones. El objetivo de la narrativa no es la corrección gramatical, sino poner cómodo al lector, contar una historia... y, dentro de lo posible, hacerlo olvidar que está leyendo una historia."



“Si no tienes tiempo para leer, seguramente no tendrás las herramientas necesarias para escribir”.

"Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo."

"No hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Isla de los Best-sellers Enterrados. Parece que las buenas ideas narrativas surgen de la nada, planeando hasta aterrizar en la cabeza del escritor: de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo. El trabajo del narrador no es encontrarlas, sino reconocerlas cuando aparecen."


lunes, 21 de octubre de 2013

LA CABAÑA DEL TÍO TOM, HARRIET BEECHER STOWE



En el estado norteño de Kentucky, el rico terrateniente Shelby, para poder pagar fuertes deudas contraídas, se ve en la dolorosa necesidad de vender y separar de su familia al más fiel de sus esclavos, el viejo tío Tom, y a Henry, un pequeño de 4 años de edad.

La madre del pequeño, Eliza, escucha la conversación y teme la separación de su niño, por lo que recurre a la señora Shelby, quien consigue hacer disipar sus temores al decirle que su marido no sería capaz de algo semejante. No obstante, no es consciente de la mala situación en que se encuentran y éste, por la noche, le confirma que es su única opción y que ya ha firmado los papeles que el mercader de esclavos llamado Haley le ha ofrecido. Eliza, que aún temía que esa conversación se pudiese dar, se escondió en el armario y lo escuchó todo. En cuanto puede se dirige a su habitación, escribe una nota, prepara una pequeña bolsa y huye con su pequeño Henry.

Antes de marcharse, Eliza pasa por la cabaña donde vive Tom y su familia para advertirles, para pedirle que huya con ella, pero la fidelidad de éste a los Shelby y las consecuencias que tendría que los dos se fuesen, tanto para amos como para esclavos, se lo impide. Así se separan sus caminos para empezar a partir de esa noche nuevas vidas llenas de incertidumbre.




La cabaña del tío Tom es un título muy conocido, pero no me había animado a ponerme con él porque sabía que trata un tema muy sensible y pensé que podría ser duro de leer. Bueno, lo compré hace unas semanas y ahora, tras haberlo terminado, puedo asegurar que fue aún más difícil de lo que pensé. No he leído tanto como me gustaría, pero sé que no ha sido poco, y jamás en toda mi vida me había resultado tan complicado avanzar con un libro por razones que no están relacionadas con el hecho de que me guste o no. El problema aquí fue que debía cerrar el libro cada tantas páginas porque no había cómo avanzar sin que una indignación tremenda me nublara la vista; de modo que mejor dejarlo y retomarlo cada tanto. 

He pensado mucho acerca de por qué este libro me ha afectado tanto y he llegado a la conclusión de que son sus puntos fuertes precisamente los que despiertan las emociones más apasionadas en el lector. El libro está narrado de forma coloquial, el lenguaje es muy sencillo, las escenas son cortas y todo transcurre con un aire de normalidad, como si la autora solo compartiera un hecho común sucedido en algún momento a personas también comunes. De eso se trata.



No creo que haya un ser humano decente en el mundo que pueda leer esta historia y no sentirse indignado de que algo de lo que pasa allí sea considerado normal, y el que sepamos que así fue solo nos hace sentir peor. Harriet Beecher Stowe, la autora, fue una abolicionista que se vio impulsada a escribir esta historia por un hecho específico: el horror frente a la esclavitud. Cuando se promulgó una ley que sancionaba a todos aquellos en contra de la esclavitud y que ayudaran a esclavos que escapaban de sus amos (detesto esa palabra en prácticamente cualquier contexto), se lanzó a publicar esta historia por entregas en un periódico abolicionista de la época. Luego, cuando todo su trabajo fue recopilado se convirtió, más que en una novela, en un documento histórico que retrata de forma clara, sencilla y sin adornos todos los abusos a los que se sometió  a tantas personas en su país. 

He leído, y no sé si será del todo cierto, que cuando Abraham Lincoln conoció a Beecher, la llamó "la pequeña mujer que escribió el libro que inició esta gran guerra" (la Guerra de Secesión). No me extrañaría que fuera verdad, ya que la influencia de su obra marcó el destino de Estados Unidos y estoy segura de que impactó en hombres como Lincoln de la misma forma en que más de cien años después continúa haciéndolo. 

Creo que la calidad literaria de la novela no es tan importante como el mensaje que transmite y los testimonios por medio de historias que comparte, y aún cuando sea duro leerlo (doy fe de ello), es importante darle una oportunidad porque, lamentablemente, aunque la esclavitud nos suene a una palabra lejana, solo basta buscar un poco en las  noticias para saber que no ha sido del todo erradicada. Tal vez la difusión de libros como este nos permitan que la indignación por hechos tan terribles se riegue por el mundo, como tanta falta hace.


domingo, 13 de octubre de 2013

RETRATO DE UN MATRIMONIO: NIGEL NICOLSON



El matrimonio en cuestión es el que formaron los escritores ingleses Vita Sackville-West y Harold Nicolson. Fue un matrimonio excéntrico, anti convencional, escandaloso para la época. Vita era una aristócrata, íntima amiga de Virginia Woolf –quien se basó en ella para crear al personaje protagonista de Orlando–, novelista y apasionada de la jardinería. Con su marido, restauraron y transformaron los jardines de la mansión Sissinghurst Castle, en el condado de Kent, hoy propiedad del National Trust. Aunque fue siempre un matrimonio bien avenido y tuvieron dos hijos, Nigel y Benedict, ambos eran bisexuales y tuvieron una vida sentimental paralela y tumultuosa. Este libro recoge, por una parte, una autobiografía que Vita dejó inconclusa a su muerte, en 1962, y que se escribió en un momento de crisis matrimonial, cuando la escritora vivía una intensa relación con Violet Treyfusis. Por otra, incluye el relato de Nigel Nicolson, el hijo mayor de la pareja, sobre la relación y los avatares de sus padres.


Retrato de un matrimonio es la historia de una pareja, pero a través de sus ojos se perfilan los hombres y mujeres que formaban parte del grupo de Bloomsbury y descubrimos así el lado más insólito de la Inglaterra de principios del siglo XX.

Mi historia con este libro es un poco extraña, como son las mejores, creo. Lo encontré por casualidad, de segunda mano, sin cubierta y, por ende, sin sinopsis; el título se me hizo extraño, estuve a punto de dejarlo pasar, pero me ganó la curiosidad, le di una ojeada y descubrí encantada que tenía algunas fotografías que me parecieron hermosas. Hasta allí, estaba convencida de que eran motivo suficiente para comprarlo, pero entonces vi una fotografía en particular, la de Virginia Woolf y tuve que hacerme con él, todo lo relacionado con esta autora me llama muchísimo la atención.



Luego, al ponerme con él descubrí que la historia que encierra es muy interesante, porque como ven en la sinopsis, el tema que trata es curioso y bastante complejo. Debe de ser muy difícil escribir acerca de tus padres y ser imparcial, o tanto como es posible, pero siento que Nigel Nicolson lo hizo de forma fantástica; por cierto que él fue precisamente autor de una biografía de Virginia Woolf. 

El libro está estructurado de forma que contamos con un prólogo y luego se intercala la narración de la propia Vita Sackville-West, en forma de una autobiografía no terminada, con las acotaciones de su hijo Nigel. Él cuenta en un inicio que cuando su madre murió encontró esas anotaciones en su estudio y pensó mucho acerca de qué hacer con ellas, pero decidió esperar a que su padre y otra importante protagonista de la historia, Violet Trefusis, fallecieran, para compartirla con el mundo. 

Vita decidió empezar a escribir acerca de su vida cuando se encontraba en el periodo más importante de su vida; contaba con veintiocho años, estaba casada y tenía ya dos hijos. En esa época se vio en una encrucijada; quedarse con su familia, o fugarse con su amante, Violet Trefusis, que estaba también casada por esa época. De modo que esta situación fue una suerte de disparador para que se volcara a escribir sus memorias, desde su infancia. Así podemos conocer desde el fondo cómo era la vida en su época, la mentalidad de las familias aristocráticas y el desarrollo de una mente tan rica como la suya (Vita fue una escritora y  reconocida amante de la jardinería). Conocemos acerca de sus romances, en particular el que sostuvo con Violet y con el que llegaría a ser su esposo, Harold, un personaje muy interesante y que, lo mismo que su esposa, ocupó un puesto importante en su tiempo. 



Harold y Vita eran bisexuales, tuvieron una serie de relaciones con hombres y mujeres a lo largo de sus vidas, tanto estando solteros como casados, por lo que insisto en que esta es una historia muy compleja. Lo usual que se podría pensar es que era todo muy retorcido, quizá, al menos yo lo pensé, pero según leía no pude menos que entenderlos, o al menos comprender el por qué de sus actos, y creo que en eso radica la buena pluma de Nigel Nicolson. Él no juzga el extraño matrimonio de sus padres, no los excusa, y mucho menos usa este libro para exorcisar demonios, como se le acusó en algún momento; él simplemente nos presenta una historia apasionante y nos lleva de la mano para conocer a un matrimonio fuera de lo común, que se mantuvo sólido durante cincuenta años y que marcó historia.

Obviamente, es un libro más que recomendado, imperdible. 

Comparto una frase del libro que adoré, porque menciona a Virginia Woolf, amiga de la familia, que por cierto dedicó Orlando a Vita; creo que Nigel Nicolson ha resumido en pocas palabras la mujer que fue:



«Virginia Woolf es el ser humano más admirable que he tenido la oportunidad de conocer»




lunes, 7 de octubre de 2013

¿POR QUÉ LEEMOS?



Esta es una excelente lista que encontré en la red acerca de por qué leemos, qué es aquello que nos lleva a tomar un libro entre las manos y sumergirnos en las palabras. Si me preguntaran por qué leo, diría que lo hago por simple y sencillo placer y, en estos tiempos, el poder disfrutar de un buen libro es eso, un placer inmenso que me siento muy afortunada de poder disfrutar. Aún así, es maravilloso saber que este placer me trae también muchos beneficios que a veces doy por hechos; digamos que vienen en el paquete, pero es bueno pensar en ellos de vez en cuando, para apreciarlos un poco más.

Aquí la lista: 

Para vivir más
Para detener el tiempo
Para saber que estamos vivos
Para saber que no estamos solos
Para saber




Para aprender
Para aprender a pensar
Para descubrir el mundo
Para conocer otros mundos




Para conocer a los otros
Para conocernos a nosotros mismos
Para compartir un legado común
Para crear un mundo propio




Para reír
Para llorar
Para consolarnos
Para desterrar la melancolía




Para ser lo que no somos
Para no ser lo que somos
Para dudar
Para negar
Para afirmar




Para huir del ruido
Para combatir la fealdad
Para refugiarnos
Para evadirnos
Para imaginar
Para explorar



Para jugar
Para pasarlo bien
Para soñar
Para crecer



¿Algún punto con el que se encuentren particularmente identificados? Yo no puedo decidirme.

lunes, 30 de septiembre de 2013

ORGULLO Y PREJUICIO



Cuando me uní al reto de Carmen para releer Orgullo y prejuicio no lo pensé mucho, fue más bien una reacción mecánica, una excusa perfecta para darle una ojeada más a uno de mis libros favoritos y compartir impresiones con amigos acerca de esta obra.

Pero cuando llegó el momento de hacer una reseña, me vi en un problema; no solo ya he reseñado antes este libro, sino que no podía pensar en qué decir de él que no haya dicho o escrito ya. La sinopsis y el talento de Austen son muy conocidos, eso es seguro:

Satírica, antirromántica, profunda y mordaz a un tiempo, la obra de Jane Austen nace de la observación de la vida doméstica y de un profundo conocimiento de la condición humana. Orgullo y prejuicio ha fascinado a generaciones de lectores por sus inolvidables personajes y su desopilante retrato de una sociedad, la Inglaterra victoriana y rural, tan contradictoria como absurda. Con la llegada del rico y apuesto señor Darcy a su región, las vidas de los Bennet y sus cinco hijas se vuelven del revés. El orgullo y la distancia social, la astucia y la hipocresía, los malentendidos y los juicios apresurados abocan a los personajes al escándalo y al dolor, pero también a la comprensión, el conocimiento y el amor verdadero. 

Entonces caí en la cuenta de que Carmen, seguramente sabedora de esta eventualidad, señaló que podríamos dedicar una entrada a Orgullo y Prejuicio sin que esta fuera por necesidad una reseña. Gracias al cielo, porque estaba muy preocupada, al borde del histerismo, muy al estilo de O&P, claro...



De modo que, ya más tranquila, empecé a pensar... ¿qué puedo decir de este maravilloso clásico de las letras al cumplir ya 200 años? Pues precisamente eso, que ha cumplido ya 200 años y sigue tan vigente como el primer día; aún más, dudo que el libro fuera tan aclamado entonces como lo es en la actualidad y eso es sencillamente maravilloso. Paseando por la red, le di una mirada a mis tableros de Pinterest (un pequeño vicio del que les hablaré en otro momento), y comprobé lo presente que está la historia en nuestros días, cómo existen millones de personas alrededor del mundo que conocen la historia, y la adoran, algo que quizá Jane Austen no previó, pero cuán feliz le haría saberlo.

Estos son algunos objetos curiosos que encontré por allí. Esta taza me parece un encanto, ¿a quién no le gustaría disfrutar de un delicioso té en ella?




¿Un cojín romántico que les acompañe en las tardes frías?



Aquí una novia con mucho estilo y, desde luego, muy fan.



Una digna tetera con una cita del libro grabada en ella.



¿Se imaginan un collar como este? ¡Precioso!



Desde luego, para no andar peleados con las modernidad, justo es tener cubiertas para los teléfonos que conserven el encanto Austenita.



¿Se imaginan ir a la librería con un bolso como este?



Y para los amantes de las letras escritas, hermosos sobres que harán las delicias de sus destinatarios.


Supongo que tengo suerte de que estas cosas no se encuentren por aquí, porque mis bolsillos no lo resistirían, pero creo que más importante que el ataque de consumismo del que podríamos ser presas al verlas, es el que podemos comprobar que la obra de Jane está tan viva como nunca, y eso es algo que sus admiradores debemos apreciar.

Edito esta entrada porque una muy querida y observadora amiga ha tenido la amabilidad de señalar un descuido de mi parte; no he mencionado a la adaptación de Orgullo y prejuicio que se emitió hace muy poco tiempo a modo de Webserie, una con capítulos de apenas cinco minutos que se puede disfrutar en Youtube; la divertida The Lizzie Bennet Diaries. Lo sé, iré al infierno por haberla olvidado, o no bailaré nunca con Mr. Darcy, que es un destino igual de deprimente. ¿Encontraré el perdón si me arrepiento? Lo estoy; muy arrepentida, digo, y aquí dejo el primer capítulo para que le den una mirada, que a lo mejor consigo unas cuantas indulgencias si logro atraer más público para este fantástica versión. Gracias por el aviso, Helena, te debo mi salvación. 




Termino esta entrada agradeciendo a Carmen por idear el reto, y con un pequeño botón más de muestra de la vigencia de esta obra, el trailer de Austenland, la película estrenada este año acerca de una admiradora de la obra de Austen y en especial, por supuesto, de Orgullo y Prejuicio.


domingo, 22 de septiembre de 2013

PARA CONTAR HISTORIAS



Creo que cuando disfrutas tanto escribir y leer, aficiones que por cierto pienso van de la mano, no conozco a nadie que ame lo primero sin sentir inclinación por lo segundo y viceversa, es siempre un placer conocer las impresiones acerca de la literatura que  los escritores tienen a bien compartir. Paso parte de mi tiempo libre investigando al respecto y atesorando frases o artículos que tengo la suerte de hallar. 

Buceando en la red encuentro páginas muy interesantes, entre ellas esta, en la que hallé este interesante escrito de Gabriel García Márquez, y ya sabemos que cuando de escritura se trata, es una excelente persona a quién prestar oídos u ojos, como en este caso, así que comparto su escrito con ustedes; estoy segura de que lo disfrutarán tanto como yo; este escrito nació de un taller de cine que García Márquez dictó hace algunos años.


PARA CONTAR HISTORIAS

Empiezo por decirles que esto de los talleres se me ha convertido en un vicio. Yo lo único que he querido hacer en mi vida -y lo único que he hecho más o menos bien- es contar historias. Pero nunca imaginé que fuera tan divertido contarlas colectivamente. Les confieso que para mí la estirpe de los griots, de los cuenteros, de esos venerables ancianos que recitan apólogos y dudosas aventuras de Las mil y una noches en los zocos marroquíes, esa estirpe, es la única que no está condenada a cien años de soledad ni a sufrir la maldición de Babel. Era una lástima que nuestro esfuerzo quedara confinado a estas cuatro paredes, a los contados participantes de uno u otro taller. Bueno, les anuncio que muy pronto romperemos el cascarón. Nuestras reflexiones y discusiones, que hemos tenido el cuidado de grabar, se transcribirán y serán publicadas en libro, el primero de los cuales se titulará Cómo se cuenta un cuento. Muchos lectores podrán compartir entonces nuestras búsquedas y además nosotros mismos, gracias a la letra impresa, podremos seguir paso a paso el proceso creador con sus saltos repentinos o sus minúsculos avances y retrocesos.

Hasta ahora me había parecido difícil, por no decir imposible, observar en detalle los caprichosos vaivenes de la imaginación, sorprender el momento exacto en que surge una idea, como el cazador que descubre de pronto en la mirilla de su fusil el instante preciso en que salta la liebre. Pero con el texto delante creo que será fácil hacer eso. Uno podrá volver atrás y decir: “Aquí mismo fue”. Porque uno se dará cuenta de que a partir de ahí -de esa pregunta, ese comentario, esa inesperada sugerencia- fue cuando la historia dio un vuelco, tomó forma y se encauzó definitivamente.

Una de las confusiones más frecuentes, en cuanto al propósito del taller, consiste en creer que venimos aquí a escribir guiones o proyectos de guión. Es natural. Casi todos ustedes son o quieren ser guionistas, escriben o aspiran a escribir para la televisión y el cine, y como esto es una escuela de cine y televisión, precisamente, es lógico que al llegar aquí mantengan los hábitos mentales del oficio. Siguen pensando en términos de imagen, estructuras dramáticas, escenas y secuencias, ¿no es así? Pues bien: olvídenlo. Estamos aquí para contar historias. Lo que nos interesa aprender aquí es cómo se arma un relato, cómo se cuenta un cuento. Me pregunto, sin embargo, hablando con entera franqueza, si eso es algo que se pueda aprender. No quisiera descorazonar a nadie, pero estoy convencido de que el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no, así como, en un sentido más amplio, se divide entre los que cagan bien y los que cagan mal, o, si la expresión les parece grosera, entre los que obran bien y los que obran mal, para usar un piadoso eufemismo mexicano. Lo que quiero decir es que el cuentero nace, no se hace. Claro que el don no basta. A quien sólo tiene la aptitud pero no el oficio, le falta mucho todavía: cultura, técnica, experiencia... Eso sí: posee lo principal. Es algo que recibió de la familia, probablemente no sé si por la vía de los genes o de las conversaciones de sobremesa. Esas personas que tienen aptitudes innatas suelen contar hasta sin proponérselo, tal vez porque no saben expresarse de otra manera. Yo mismo, para no ir más lejos, soy incapaz de pensar en términos abstractos. De pronto me preguntan en una entrevista cómo veo el problema de la capa de ozono o qué factores, a mi juicio, determinarán el curso de la política latinoamericana en los próximos años, y lo único que se me ocurre es contarles un cuento. Por suerte, ahora se me hace mucho más fácil, porque además de la vocación tengo la experiencia y cada vez logro condensarlos más y por tanto aburrir menos.

La mitad de los cuentos con que inicié mi formación se los escuché a mi madre. Ella tiene ahora ochenta y siete años y nunca oyó hablar de discursos literarios, ni de técnicas narrativas, ni de nada de eso, pero sabía preparar un golpe de efecto, guardarse un as en la manga mejor que los magos que sacan pañuelitos y conejos del sombrero. Recuerdo cierta vez que estaba contándonos algo, y después de mencionar a un tipo que no tenía nada que ver con el asunto, prosiguió su cuento tan campante, sin volver a hablar de él, hasta que casi llegando al final, ¡paff!, de nuevo el tipo -ahora en primer plano, por decirlo así-, y todo el mundo boquiabierto, y yo preguntándome, ¿dónde habrá aprendido mi madre esa técnica, que a uno le toma toda una vida aprender? Para mí, las historias son como juguetes y armarlas de una forma u otra es como un juego. Creo que si a un niño lo pusieran ante un grupo de juguetes con características distintas, empezaría jugando con todos pero al final se quedaría con uno. Ese uno sería la expresión de sus aptitudes y su vocación. Si se dieran las condiciones para que el talento se desarrollara a lo largo de toda una vida, estaríamos descubriendo uno de los secretos de la felicidad y la longevidad. El día que descubrí que lo único que realmente me gustaba era contar historias, me propuse hacer todo lo necesario para satisfacer ese deseo. Me dije: esto es lo mío, nada ni nadie me obligará a dedicarme a otra cosa. No se imaginan ustedes la cantidad de trucos, marrullerías, trampas y mentiras que tuve que hacer durante mis años de estudiante para llegar a ser escritor, para poder seguir mi camino, porque lo que querían era meterme a la fuerza por otro lado. Llegué inclusive a ser un gran estudiante para que me dejaran tranquilo y poder seguir leyendo poesías y novelas, que era lo que a mí me interesaba. Al final del cuarto año de bachillerato -un poco tarde, por cierto- descubrí una cosa importantísima, y es que si uno pone atención a la clase después no tiene que estudiar ni estar con la angustia permanente de las preguntas y los exámenes. A esa edad, cuando uno se concentra lo absorbe todo como una esponja. Cuando me di cuenta de eso hice dos años -el cuarto y el quinto- con calificaciones máximas en todo. Me exhibían como un genio, el joven de 5 en todo, y a nadie le pasaba por la cabeza que eso yo lo hacía para no tener que estudiar y seguir metido en mis asuntos. Yo sabía muy bien lo que me traía entre manos.

Modestamente, me considero el hombre más libre del mundo -en la medida en que no estoy atado a nada ni tengo compromisos con nadie- y eso se lo debo a haber hecho durante toda la vida única y exclusivamente lo que he querido, que es contar historias. Voy a visitar a unos amigos y seguramente les cuento una historia; vuelvo a casa y cuento otra, tal vez la de los amigos que oyeron la historia anterior; me meto en la ducha y, mientras me enjabono, me cuento a mí mismo una idea que venía dándome vueltas en la cabeza desde hacía varios días... Es decir, padezco de la bendita manía de contar. Y me pregunto: esa manía, ¿se puede trasmitir? ¿Las obsesiones se enseñan? Lo que sí puede hacer uno es compartir experiencias, mostrar problemas, hablar de las soluciones que encontró y de las decisiones que tuvo que tomar, por qué hizo esto y no aquello, por qué eliminó de la historia una determinada situación o incluyó un nuevo personaje... ¿No es eso lo que hacen también los escritores cuando leen a otros escritores? Los novelistas no leemos novelas sino para saber cómo están escritas. Uno las voltea, las desatornilla, pone las piezas en orden, aísla un párrafo, lo estudia, y llega un momento en que puede decir: “Ah, sí, lo que hizo éste fue colocar al personaje aquí y trasladar esa situación para allá, porque necesitaba que más allá...” En otras palabras, uno abre bien los ojos, no se deja hipnotizar, trata de descubrir los trucos del mago. La técnica, el oficio, los trucos son cosas que se pueden enseñar y de las que un estudiante puede sacar buen provecho. Y eso es todo lo que quiero que hagamos en el taller: intercambiar experiencias, jugar a inventar historias, y en el ínterin ir elaborando las reglas del juego.

Éste es el sitio ideal para intentarlo. En una cátedra de literatura, con un señor sentado allá arriba soltando imperturbable un rollo teórico, no se aprenden los secretos del escritor. El único modo de aprenderlos es leyendo y trabajando en taller. Es aquí donde uno ve con sus propios ojos cómo crece una historia, cómo se va descartando lo superfluo, cómo se abre de pronto un camino donde sólo parecía haber un callejón sin salida... Por eso no deben traerse aquí historias muy complejas o elaboradas, porque la gracia del asunto consiste en partir de una simple propuesta, no cuajada todavía, y ver si entre todos somos capaces de convertirla en una historia que, a su vez, pueda servir de base a un guión televisivo o cinematográfico. A las historias para largometrajes hay que dedicarles un tiempo del que ahora no disponemos. La experiencia nos dice que las historias sencillas, para cortos o mediometrajes, son las que mejor funcionan en el taller. Le dan al trabajo una dinámica especial. Ayudan a conjurar uno de los mayores peligros que nos acechan, que es la fatiga y el estancamiento. Tenemos que esforzarnos para que nuestras sesiones de trabajo sean realmente productivas. A veces se habla mucho pero se produce poco. Y nuestro tiempo es demasiado escaso y por tanto demasiado valioso para malgastarlo en charlatanerías. Eso no quiere decir que vayamos a sofocar la imaginación, entre otras cosas porque aquí funciona también el principio del brain-storming hasta los disparates que se le ocurren a uno deben tomarse en cuenta porque a veces, con un simple giro, dan paso a soluciones muy imaginativas.

No se concibe al participante de un taller que no sea receptivo a la crítica. Esto es una operación de toma y daca, hay que estar dispuesto a dar golpes y a recibirlos. ¿Dónde está la frontera entre lo permisible y lo inaceptable? Nadie lo sabe. Uno mismo la fija. Por lo pronto uno tiene que tener muy claro cuál es la historia que quiere contar. Partiendo de ahí, tiene que estar dispuesto a luchar por ella con uñas y dientes, o bien, llegado el caso, ser suficientemente flexible y reconocer que tal como uno la imagina, la historia no tiene posibilidades de desarrollo, por lo menos a través del lenguaje audiovisual. Esa mezcla de intransigencia y flexibilidad suele manifestarse en todo lo que uno hace, aunque a menudo adopte formas distintas. Yo, por ejemplo considero que los oficios de novelista y de guionista son radicalmente diferentes. Cuando estoy escribiendo una novela me atrinchero en mi mundo y no comparto nada con nadie. Soy de una arrogancia, una prepotencia y una vanidad absolutas. ¿Por qué? Porque creo que es la única manera que tengo de proteger al feto, de garantizar que se desarrolle como lo concebí. Ahora bien, cuando termino o considero casi terminada una primera versión, siento la necesidad de oír algunas opiniones y les paso los originales a unos pocos amigos. Son amigos de muchos años, en cuyos criterios confío y a quienes pido, por tanto, que sean los primeros lectores de mis obras. Confío en ellos no porque acostumbren a celebrarlas diciendo qué bien, qué maravilla, sino porque me dicen francamente qué encuentran mal, qué defectos les ven, y sólo con eso me prestan un enorme servicio. Los amigos que sólo ven virtudes en lo que escribo podrán leerme con más calma cuando ya el libro esté editado; los que son capaces de ver también defectos, y de señalármelos, ésos son los lectores que necesito antes. Claro que siempre me reservo el derecho de aceptar o no las críticas, pero lo cierto es que no suelo prescindir de ellas.

Bueno, ese es el retrato del novelista ante sus críticos. El del guionista es muy diferente. Para nada se necesita más humildad en este mundo que para ejercer con dignidad el oficio de guionista. Se trata de un trabajo creador que es también un trabajo subalterno. Desde que uno empieza a escribir sabe que esa historia, una vez terminada, y sobre todo, una vez filmada, ya no será suya. Uno recibirá un crédito en pantalla, cierto -casi siempre mezclado con solícitos colaboradores, incluido el propio director- pero el texto que uno escribió ya se habrá diluido en un conjunto de sonidos e imágenes elaborado por otros, los miembros del equipo. El gran caníbal es siempre el director, que se apropia de la historia, se identifica con ella y le mete todo su talento y su oficio y sus huevos para que se convierta finalmente en la película que vamos a ver. Es él quien impone el punto de vista definitivo, y en ese sentido es mucho más autoritario que los guionistas y los narradores. Yo creo que quien lee una novela es más libre que quien ve una película. El lector de novelas se imagina las cosas como quiere -rostros, ambientes, paisajes...- mientras que el espectador de cine o el televidente no tiene más remedio que aceptar la imagen que le muestra la pantalla, en un tipo de comunicación tan impositiva que no deja margen a las opciones personales. ¿Saben ustedes por qué no permito que Cien años de soledad se lleve al cine? Porque quiero respetar la inventiva del lector, su soberano derecho a imaginar la cara de la tía Úrsula o del Coronel como le venga en gana.

Pero, en fin, me he alejado bastante del tema, que no es ni siquiera el trabajo del guionista, sino lo que podemos hacer para seguir alimentando la manía de contar, que todos padecemos en mayor o menor grado. Por lo pronto, tenemos que concentrar nuestras energías en los debates del taller. Alguien me preguntó si no sería posible matar dos pájaros de un tiro asistiendo por las mañanas al taller de fotografía submarina que se está realizando aquí mismo, y le contesté que no me parecía una buena idea. Si uno quiere ser escritor tiene que estar dispuesto a serlo veinticuatro horas al día, los trescientos sesenta y cinco días del año. ¿Quién fue el que dijo aquello de que si me llega la inspiración me encontrará escribiendo? Ése sabía lo que decía. Los diletantes pueden darse el lujo de mariposear, de pasarse la vida saltando de una cosa a otra sin ahondar en ninguna, pero nosotros no. El nuestro es un oficio de galeotes, no de diletantes.

martes, 17 de septiembre de 2013

AMORES RETORCIDOS: NINA BENEDETTA



Hay amores que se terminan apenas comienzan, amores eternos que perduran más allá de la muerte, amores que salvan distancias o se terminan con el absurdo transcurrir de los años, y están los amores que por su peculiaridad prefieren florecer en las tenebrosas sombras de lo desconocido, bien por decisión propia o por causa del destino.

Descubre junto a los personajes de estas intrigantes historias, la palpitante iluminación del amor oscuro, y acompáñalos en su viaje abrupto a través de una vida prohibida que podría terminar por destruirlos por completo pero de la cual no pueden separarse.

Déjate enamorar y sorprender con los sentimientos fatales que te llevarán a los confines más desagradables del amor, y embriaga tus sentidos con la locura fulgurante a la que es capaz de orillarte la obsesión, o bien el amor intenso y sincero por alguien vedado para ti. Porque incluso tú podrías tener un amor torcido.

Me llamó la atención este libro por dos cosas; la portada, que es muy bonita, y el título, porque me pareció curioso y poco usual, así que agradezco mucho a El club de las escritoras y a la autora por permitirme leerlo.

Este libro está compuesto por ocho relatos muy diferentes el uno del otro, pero con un denominador común: amores extraños, no siempre felices, nacidos de las circunstancias más insólitas; algunos son cercanos, otros tienen un tinte sobrenatural e incluso alguno de ellos puede resultar perturbador por la relación entre sus protagonistas. 

Algo que me ha parecido particularmente interesante es que la autora aborda distintos temas con una mentalidad muy abierta, plantea situaciones que pueden ser juzgadas o moralmente rechazadas, pero sin caer en el tema aleccionador. Sencillamente, nos presenta un relato bien narrado y nosotros, como lectores, estamos en libertad de llegar a nuestras propias conclusiones.

La erótica está muy presente en la trama, y aunque no es uno de mis géneros favoritos, cuando la historia lo requiere y es bien llevada, es bien apreciado y este es uno de esos casos.

De modo que recomiendo este libro para quienes disfruten de los relatos.